sábado, 23 de diciembre de 2017

Cuatro dos puntos cuarenta y cuatro


4:44 y no sé si despertarán los duendes
Unas monedas sueñan sobre un papel blanco
en la superficie rústica del familiar escritorio
Sueñan lo que valen
quizá los pequeños
objetos disponibles
para su valor comercial
Un chicle Un yogur Una cerveza
Un paseo en ómnibus por toda la ciudad
En la superficie rústica del viejo escritorio
Unos anteojos de lectura de libros de bolsillo
Un pendrai gastado mas que sigue acopiando
Un tomo de Góngora luchando ante el tiempo
gélido con su lentamente vetusto castellano
Un termo de mate que calienta mis tripas
4:55 y no despiertan todavía los duendes
El perro rabioso del tiempo destripando
once pasados minutos y va por más
repeticiones de rutinarios anhelos
rituales cómplices que serán
bárbaramente cercenados
5:05 y no se avista el reflujo del aire mágico
Mutis se halla la luna y polvo y roca y planetaria
Vieja pálida cenicienta desecada y sin fascinación
Ya no llegan los duendes con el regalo de la musa
y caigo jadeante ante el vacío placer de lo absoluto

viernes, 17 de noviembre de 2017

Las cadenas de Utopía


Nunca estarás conteste,
encadenado a la tendencia
de inmolarte en intrigas de la corte,
yendo por trochas insufribles,
con el cric repetido en las ventanas carcomidas,
comadreando con tediosos tecnócratas del arte,
al compás de la abulia: sabuesa de los pasos.

Recuerda que en las noches todo es júbilo:
las mujeres se aturden de lúbricas miradas,
sus senos palpitantes de emoción
acampanados vibran para tus tímpanos remotos,
sus cuerpos se desnudan sobre las blancas páginas;
y tú, vampiro de unos cisnes a tu alcance,
sordo al crujir de sus deseos,
persigues espejismos en las remotas nubes.

Nunca podrás librarte de tus nudos:
las rutas se han poblado de fantasmas;
tus colegas, de a poco,
cenizas son en urnas del pasado.
Van perdiendo tus ojos su arco iris,
el río de la sangre va dejando de nutrir tu memoria,
y eres el hacedor de los días hostiles,
atrapado en la inercia de un avance ilusorio.




viernes, 6 de octubre de 2017

Desde mi angustia existencial

Cuando el futuro
se arroja sobre mi conciencia frágil
y me asedia en el lecho, pasado el mediodía,
empiezo a batallar
con mis demonios caras de ángeles.

(Esta visión destrozaría
el alma más robusta;
el de un sepulturero, por ejemplo).

Cuando la vida suelta sus amarras
y me muestra a lo lejos el mar
meciéndose en el infinito,
sé que emprendo una torpe fuga:

la ingenua travesía hacia el naufragio.


martes, 3 de octubre de 2017

Adhesión a la belleza

Ayer te sometía duro el frío, 
celebrando con ráfagas su imperio, 
y en la infame opresión del cautiverio 
envolvía el cristal de tu albedrío.

Cuando el viento ululaba en el hastío,
yacía en tu pagano monasterio
y en la tenue armonía del misterio
de tu manual agnóstico el estío.

Mas hoy, en el jardín, porque la cala
en el invierno expira, y la tristeza
unta de pardos su lechosa gala,

del sol imploras sus verdores cálidos,
aunque irrumpan insectos y maleza

y tu añoranza por los días pálidos.




domingo, 17 de septiembre de 2017

La musa absuelta


Se ha ido —¡quién sabría a qué regiones,
y cómo revertir su alejamiento!—,
entonando quizás en otro viento
la mítica belleza de sus dones.

Te perturba el silencio de sus sones,
de los susurros en el hondo aliento
derramando en el labio del tormento
hechizos de las pulcras expresiones.

Versos plenos de noble poesía
cuyo regreso exige absolución:
en la recuperada sumisión,
indulto a su frialdad y rebeldía.

Sea (aguardo) la orilla de mi frío:
frontera del dolor, de lo sombrío.

viernes, 1 de septiembre de 2017

No más cumpleaños


En la adolescencia querías ser poeta,
pero tu pelo enmarañado no caía sobre tus ojos,
te era improbable poseer el bastón y la pipa del dandi,
y la milanesa de lomo de buey con ensalada rusa
era insustituible y aumentaba siempre tu hambre.
Masticabas con soberbia de tigre en la sabana.
Te adentrabas en la sangre como un tiburón ciego
que vence todos los arpones del mundo.

Hoy tu viuda madre lleva ya ochenta y coma de años,

y luce espléndida aunque ella sostiene lo contrario:
sólo quiere hablar de achaques, de huesos doloridos,
de los árboles que siguen charlando en el patio,
de tu indiferencia a las amenazas bíblicas,
de la divinidad que le acogerá in límine.
Y recupera a su padre (tu abuelo asesinado) en un tango
donde el bandoneón destroza una copa de vino.

Eres ahora el dueño de la mansión que va perdiendo
su glamour, su fascinación de élite,
y provoca fugarse a pie a las bellas maniquíes,
a las frías cucarachas que huyen de la adversidad,
de las risas fingidoras en los cumpleaños sin whisky.
Holgar es un trabajo, una tarea heroica, un canto de rana
en la laguna que va secándose sin piedad, «oh, socorro:
no dejemos que su ruina se convierta en agonía,
respetemos su música donde va nota tras nota
luchando sobre las cuerdas de su pobre guitarra».

Tus padres soñaban que serías alguien en la vida:
un sorprendente campeón surgido de la modesta casita;
pero tenían las manos blandas, el ritmo blando
que te llevó a la pena de dudar de tus sandalias.
Tus ambiciones hoy se toman su santo día libre
y recogen las aguas que llegan de la negra suerte,
del gen que te exige emular la memoria de tu padre,
mientras comprendes cómo en su redimida vejez
le gustaban más y más las púberes muchachas;
y cómo, tibias todavía por la edad, con leve olor
a lavanda, ellas siguen mostrando en los cumpleaños
sus gracias y sus muslos blancos.

martes, 29 de agosto de 2017

Espejo social


No muevas un solo pie,
no pretendas intentar un solo paso,
no pretendas lacrarme.

Aborrecido de los dioses,
sin privilegios, títulos, prosapia,
sin el azar de un cielo hereditario.

Lombriz que hace su camino en el barro,
soltándose, afinándose,
en el inmundo mundo de los excrementos.

Carroña y crápula,
pudor y vergüenza,
lo innoble.

Cuerpo combado
presumiendo su indecencia.

Atrás, atrás, atrás. . .
Espejo que me mira,
que me mira y se cubre.


martes, 6 de junio de 2017

Poema confuso

La luna está rodando sobre el alba.
Abate a la ciudad, muy femenina,
la tormenta carnal de las libidos.
Veo rubias llegando del crepúsculo.
El agua de la lluvia sube al sexo.
Vibra mi corazón en su destreza.

Caminan por las calles
las aves ateridas
que bajaron del cielo
casi muertas de frío.
Sin embargo, no han perdido el plas plas
rítmico de sus alas.

Hoy quiero confundirme (ser confuso)
sin pretensión alguna de razones,
buscando aparecer incomprendido
para ganar con trucos
tu devoción, lector (mi gran porfía).

viernes, 26 de mayo de 2017

La muerte de Sócrates

Sobre el camastro humilde, condenado
por impiedad, la condición humana
advierte su destino: lucha vana
ante el severo oráculo del hado.

De excesos lujuriosos acusado,
Atenas lo abomina y mal se ufana
de su fealdad grosera, de su arcana
esgrima, de su genio disipado.

Consiente su razón el largo viaje
hasta la eterna soledad umbría,
ahíto de la saña y del ultraje,
dejándonos su gran filosofía.

La indulgente cicuta mata al hombre
para engendrar la gloria y el renombre.

viernes, 19 de mayo de 2017

Los demonios del orden


 Ante la llegada inminente,
tiemblan los músculos honestos.

Aterrada, la espera
se resiste a seguir un paso más
la progresión del tiempo.

Vienen y no vienen.

La atmósfera se carga de nubes tenebrosas
que hace emigrar las aves disparadas cual flechas.

Pareciera que acechan como hienas
al doblar las esquinas.

Los viejos intestinos se doblan y se tienden.
¡Cuánto duele la calle
sospechosamente dormida!

Se viven los segundos, expectantes,
alarmados susurros de la vida
más allá de las rígidas murallas.

El cuerpo, duro como el mármol,
pareciera romperse en miles de partículas,
buscando libertad y aplacamiento
en la amplitud del cosmos.

¡Ah! Ahí llegan los verdugos
a cara descubierta, crujiéndoles los dedos,
sonriendo a las paredes.

En tanto entona el uno, y el otro a la trompeta,
formulan sendos cargos, y ríen entre dientes
la gravedad sumaria.

Al besar las mejillas sonrosadas
de los niños que nunca
encubrirán la felonía
—y por ello se ablandan—, voltean la vergüenza,
y le guiñan un ojo a la blanca serpiente,
tratando de aplacar la ira del ofidio.

Fragmentos del poder, los trozos de la carne
insensibilizados por el miedo,
se cuadran a destiempo.

Hormigas carniceras devotas al programa:
la caza de rebeldes con órdenes estrictas
de acabar cuanta vida opusiera entereza.

Ríos de sangre tiñen de bermejo
las calles asfaltadas;
y dos conejos blancos como nieves
corren desesperados de las risas burlonas,
de la fría impiedad.

Sin embargo, en las casas, nadie mira la calle;
ni siquiera, curiosas, las persianas
buscarán la verdad.

Pero,
así como se sientan con las piernas dobladas
y total comodidad,
el hombre imperceptible,
con fuerza gigantesca,
los desmanes impunes vengará.
Y el canto de los cisnes
hasta el frío rincón del universo
su adiós esparcirá.

El legítimo dueño de la tierra,
lejos ya de la bestia,
su cetro alcanzará;
y en ausencia de dioses permisivos,
en los desfiladeros de la suerte,
a estos demonios modernos,
a la luz de la ley arrojará.


lunes, 15 de mayo de 2017

Sigues desnuda en mí, Marion


¡Oye, Marion!, ahora que estás muerta:
¿para qué lado queda mi destino?
Hoy que te añoro, me descubro extraviado
sin nuestra estrella de Belén,
con mi brújula litigando en cada bocacalle,
los cuadros de la sala
sonriendo caricaturescos,
mientras al mundo todo
—hoy que te añoro,
hoy que quisiera haberte dado un beso último
canto el secreto de aquella gran pasión.

En los años ochenta penetraba la música
en nuestra piel,
y puedo comentar que fuimos
unos adictos de todo tiempo al rock.
¡La música era todo para nosotros!:
recuerdo aquellas melodías
que resbalaban en las noches por tus muslos,
sobre tu vientre almidonado.

Recuerdo cómo los altoparlantes
retumbaban en nuestro barrio,
y todos nos volvíamos
bailarines frenéticos con Elvis, a sabiendas
de que el sexo lo encontraríamos
debajo de las madrugadas,
mientras la seducción se derramaba
sobre nuestra perpetua juventud.

Nunca sentí el apremio
de sofocar nuestras hogueras
ni en el recuerdo;
quiero decir:
ningún otro arrebato me ha vencido
con la fuerza que tu desnuda
tibieza me vencía
en las noches de invierno
cuando me dormía pegado a ti.
Mi inolvidable Marion.

domingo, 23 de abril de 2017

Miseria miserable

Supura la gangrena
del lago pestilente de la carne.
No se le encuentra cura
porque no existen médicos para ello.
¡No sanará jamás!

Los demonios rojizos,
cual cuervos del crepúsculo,
cual hienas aprensivas,
merodean la angustia,
el lento perecer.

¡El vertedero es lugar celeste!
Solo acceden las almas torturadas.
Ahí reinan las negras moscas,
los obesos gusanos
y las voraces alimañas.

Y tú, dios Sol, que bañas
las campiñas con rayos tiernos,
que enciendes de locura
los pétalos del mundo,
que cubres con tu manto verde
la triste soledad de este planeta;
tú, que eres el alma de la vida,
¿por qué tan fétido olor a restos bacanales
emanan de este sitio y no el olor a tierra?
¿En qué conjuro fuiste escarnecido?
¿En qué traición de dioses
se esconden las semillas
que no se hacen ver?

Fantástica quimera de mendigo:
buscar esperanzado
restos de manzanas semipodridas
o mendrugos de pan endurecidos.

¡Ay, Miseria miserable!:
como incurable llaga
reinas sobre la piel del ignorante,
sobre la áspera piel de los mendigos,
sobre la extremidad social.

miércoles, 12 de abril de 2017

Daños colaterales en la guerra de Siria

Siria y su dolor

Vengo a invocar la vida. Vengo a gritar una vergüenza más de la humanidad: la cruenta masacre en Siria. Me cuesta escribir sobre Siria porque, indefectiblemente, debo hablar de destrucción y muerte, de la miserable tarea que la «civilización» está llevando a cabo, del miserable espíritu de los homínidos. Y descreo del reconocimiento humano, consciente, reflexivo, del mea culpa ante el asesinato colectivo de mujeres y niños. 
No tengo amigos en ninguno de los bandos. Y carezco de todo interés comercial, o del deseo de conocer Palmira. Ayer era un bullicio la vida en los mercados, eran silencios de abejas las mezquitas, eran animados y largos regateos en las tiendas de Alepo, eran las tertulias poéticas en las tabernas de Damasco. Era la fe en la vida, en el hombre.

Los guerreros antiguos entraban en trance de guerra dominados por la furia y el deseo de conquista, de gloria. Los actuales, simples mercenarios viciosos se estimulan con Captagon*, para correr hacia las orgías de sangre. El objetivo de uno y otro bando es llegar a la macabra meta sobre miles de cadáveres, puentes de cadáveres para la victoria, puentes de cadáveres para la derrota. Hubo guerras que se hicieron lejos de las ciudades. Así deberían de ser siempre, como mandan las normas del humanismo; pero, hoy,  para disuadir al enemigo, algunos vuelven a las prácticas primitivas de la crueldad extrema: arrojan sus bombas en las calles atestadas, y lo hacen con impudicia, como perros rabiosos, como hienas hambrientas.

Detrás de cada bala y delante de ella se encuentran seres humanos indefensos, pero esto carece de atención por parte de los psicópatas del poder, a nadie importa: el desierto se encuentra ahí, y el petróleo mana ahí, y la miseria, el hambre, la tristeza y las bombas están ahí, caen ahí, matan ahí. Y los pobres civiles sobrellevan sus rutinas bajo el capricho de la fatalidad. Cada día son decenas de mártires que dejan caer sus cruces, sin lograr volver a levantar sus desvanecidas esperanzas.

Es difícil escribir sobre cualquier guerra, porque existen dos bandos, tantas naciones que crean el terror en estricto secreto. Y digas lo que digas, a uno de ellos no le gustará lo que dices, y tal vez serás amenazado por los «pacifistas», por las oenegés. Pero, con cautela, diremos que en los mapas de Siria, en medio de su gran desierto se han trazado líneas cruciales por donde desean construir oleoductos y gasoductos, o en todo caso crear nuevas fronteras, nuevos protectorados. ¿Acaso existe una propuesta mejor? ¿Algún plan B? ¿La emigración en masa como los voraces saltamontes? ¡Jamás debemos aceptar las aberrantes tiendas de refugiados!

Y que las casas de sus milenarios pueblos se encuentran llenas de niños que desean jugar a las armas sin balas, lo sabemos; pero que tiemblan de susto con cada bomba que oyen caer, también. Y que cada noche en mi mente no hay espacio para albergar las imágenes de sus pequeños cuerpos acallados, lo sé. Y que estoy condenado a bañarme con la sangre de los decapitados, so pena de ser atacado por un dron en una fiesta familiar, también. Pero yo no pediré clemencia a ninguno por mi temeridad. Soy un idealista que llora en la fiesta de la matanza. Soy una voz amiga, de esperanza para el pueblo de Siria. Soy un cuervo que denuncia el gen carroñero de su especie.


*La fenetilina (INN) es una unión química de anfetamina y cafeína. Se comercializa para su uso como psicoestimulante bajo las marcas Captagon, Biocapton y Fitton


viernes, 7 de abril de 2017

Rutina


Afuera, la luna empieza a olvidar su melancolía.
En pocas horas, su cuerpo será de nuevo polvo invisible,
y yo estaré sentado en mi antigua camioneta
sufriendo el calor y la ausencia de mi ser real.

En la aurora se refugian todos los amantes de la vida,
incluidos tú y yo y las ranas y los sapos.
Todos semejamos pequeños bichos de luz,
como valiosas piedrecitas que pugnan en el magma.

Estoy desperezándome, luego de dormir sensatamente;
y la voz de la soledad me dice que no existen los ensueños,
exceptuando las féminas de mi fantasía,
quienes se alejan del claror con sus caderas flotantes.

Estoy indefenso en las puertas del alba. Antes de ir
a trabajar debo matarme. ¡Alguien tiene que vivir por mí!
El amanecer arruina mi presente: me exige admitir el hábito
que todo el mundo no sé cómo con indiferencia lo soporta.  

martes, 14 de marzo de 2017

Primer vuelo


Eres libre en espíritu. Tu mano
consigue desatarte la atadura
para saltar desde imponente altura
como un pichón robustecido y sano.

Y caes con las alas desplegadas
a la duda y al miedo del abismo;
y, pesaroso, ves que el atavismo
te exige discernir las coordenadas.

Mientras desciendes de la fría cumbre,
tu instinto, que es timón e incertidumbre,
la infalibilidad del vuelo invoca.

Pues cuánto teme tu razón perderte
al percibir la cara de la muerte
en la visión de la punzante roca.

sábado, 11 de febrero de 2017

Reconciliación

Sucedió lo que siempre 
nos nutre a los amantes,
cuando el silencio se hace mar
que ahonda la distancia 
de nuestras islas, 
cuando ya no afloraba tu entusiasmo
cubierta por la bruma de ocho noches. 

Sucedió cuando el polvo
se iba espesando
sobre la tapa de mi libro favorito,
y en la cama me hacía rollo
para escapar de la vigilia muerta
y del deber social establecido.

Una azul mariposa te soltó la risa
cuando observaste mi mirada
repleta ya de adiós indeseado.
Y con sus alas te lanzaste
al abismo atrapándome.

Era de noche y luna.
La hora exacta del amor.

Por el celeste vuelo resurgido,
¡mi venus libre de desdén!,
te perdono tu frío corazón
de los días pasados sin hablarnos.

Cada día, al final de la jornada,
volveremos a rescatar
la cómplice sonrisa
y el sagrado ritual del beso.

domingo, 29 de enero de 2017

Chofer de un autobús destartalado


Él nunca le pondrá cadencia
a su marcha en el ruido de la calle.
Día a día practica la liturgia
del caos, de los tumbos, de la exacerbación,
dentro de su pequeña libertad.

Advierte con temor, en cada tramo,
la lucha por ganar el equilibrio
en la convulsa cuerda.
Fatal sería una caída, arrastrando tras si
al precipicio tanta gente protegida
por su experimentado arte.
Debe ganar, segundo por segundo,
mecánica destreza,
a cambio de vencer un cierto ritmo.

Sueña cómo resiste un engranaje:
corroerse lo más lentamente posible,
como una danza del agotamiento.
Lo sostiene el orgullo de saberse
señor de los resortes.

Doce horas por día, agujas de un reloj,
la radio todo el tiempo, y mil presentimientos
salvándolo de una muerte segura.
El desvencijo nunca fue motivo
de angustia, de ansiedad por renovar el bus.

Casi siempre, aplazar los cumpleaños,
limitarse a vivir la navidad
de las luces, de los petardos,
pensando en las cenizas de esa noche
como una forma de trivializar.

¿Hijos, esposa, amantes? Bien y gracias.
Para tal caso, para recordarlos,
fueron creadas las fotografías
que penden del retrovisor
en camafeos de carey.